De niño, siempre fui difícil para comer. Nací con un problema de epiglotis y el primer año lo vomitaba todo. En mi primera infancia, no comía nada, y pasé años evitando la mesa como a la oscuridad. Escondía la comida en servilletas, me la guardaba en los bolsillos, la escupía en el lavabo al levantarme. Todo terminó con la intervención del doctor: drogas para hacerme comer.
En retrospectiva, hubiera preferido que mis padres conocieran mejores métodos para lidiar con la neofobia, o las complicaciones para comer. La neofobia alimentaria es un problema normal entre los 2 y los 6 años, pero no debe ser paralizante, y no debe extenderse a otras etapas de la niñez.
El rechazo a los alimentos también ocurre durante el embarazo, con extrañas pero tolerables manías, y en la vejez, pero entonces es menos agudo que en un niño que se está formando y de cuyo consumo de nutrientes depende buena parte de su futuro. En la adolescencia ocurren otros trastornos alimentarios, como la anorexia, que resulta de presiones sociales y culturales, pero es en general cuando nos atrevemos a conocer y probar cosas nuevas.
Paciencia y perseverancia son las claves para lidiar con la neofobia, cuando ésta se desarrolla de forma normal, pero cuando no es normal (según el grado y la duración), debemos tomar medidas más drásticas. Podemos cambiar nuestra forma de cocinar, el rol de nuestros hijos en la cocina y hasta probar nuevos sabores nosotros mismos, pero no sin antes acabar nuestra imaginación y nuestros recursos es que debemos optar por los medicamentos.
Si se sobreponen sin drogas a una etapa de la vida como la neofobia alimentaria, no sólo sus hijos sino ustedes mismos habrán aprendido una lección sobre las dificultades, la tolerancia y el amor mutuo.
En retrospectiva, hubiera preferido que mis padres conocieran mejores métodos para lidiar con la neofobia, o las complicaciones para comer. La neofobia alimentaria es un problema normal entre los 2 y los 6 años, pero no debe ser paralizante, y no debe extenderse a otras etapas de la niñez.
El rechazo a los alimentos también ocurre durante el embarazo, con extrañas pero tolerables manías, y en la vejez, pero entonces es menos agudo que en un niño que se está formando y de cuyo consumo de nutrientes depende buena parte de su futuro. En la adolescencia ocurren otros trastornos alimentarios, como la anorexia, que resulta de presiones sociales y culturales, pero es en general cuando nos atrevemos a conocer y probar cosas nuevas.
Paciencia y perseverancia son las claves para lidiar con la neofobia, cuando ésta se desarrolla de forma normal, pero cuando no es normal (según el grado y la duración), debemos tomar medidas más drásticas. Podemos cambiar nuestra forma de cocinar, el rol de nuestros hijos en la cocina y hasta probar nuevos sabores nosotros mismos, pero no sin antes acabar nuestra imaginación y nuestros recursos es que debemos optar por los medicamentos.
Si se sobreponen sin drogas a una etapa de la vida como la neofobia alimentaria, no sólo sus hijos sino ustedes mismos habrán aprendido una lección sobre las dificultades, la tolerancia y el amor mutuo.